Hace unos días publiqué en Facebook una foto sobre una buena noticia que había recibido. Y como ocurrió casi simultáneamente con otra no-tan-buena noticia, pensé usar aquel popular dicho de “una de cal y otra de arena”. Pero antes de hacerlo me pregunté si realmente esa frase significa lo que por tantos años he repetido como un papagayo.
Como desde niño fui fanático del béisbol, siempre pensé que de ahí surgió esa idea. Recuerdo las visitas a mi escuela elemental de dos compueblanos beisbolistas: Félix Bernardo Millán y Jerry Morales. Puedo revivir la emoción de ver a esos dos yabucoeños que jugaban en las Grandes Ligas, escucharlos con un acento “americanizado” tan lindo… Ya ni siquiera usaban muletillas en español (como “este”, “eh”), sino como los gringos, decían “omm”, “eeemmm”, o algo así.
Pues pensaba que lo de “una de cal” se refería a las líneas que se marcaban en el parque cuando había un juego importante, tal vez Doble A… Cuando jugaban los muchachos del barrio era sin lineas de cal, sino en la pura tierra, en la arena. Por eso siempre pensé que “una de cal y una de arena” implicaba que había algo bueno (la cal) y algo malo (la arena). Algo positivo junto a algo negativo, como me había pasado ese día.
Pero me atacó la curiosidad y tuve que averiguar de dónde venía este conocido dicho. Inicié una búsqueda en Bing (no, no usé Google). Y encontré algunas opiniones que decían que era todo lo contrario: la cal viva es irritante a la piel y los pulmones, y genera calor cuando se mezcla con agua; por lo tanto, la cal es la “mala”.
Continué buscando y encontré que en otros lugares de América Latina la frase es diferente: “una de cal por dos de arena”, y otras variantes parecidas. Y ahí es que descubro que ésta surge de la construcción, de la albañilería. Que tanto la cal como la arena, en determinadas proporciones, son necesarias para crear la mezcla o mortero para construir estructuras y edificios. No es que una sea “mala” y la otra “buena”, sino que son diferentes y a la vez necesarias.
Las noticias ni los sucesos ni las circunstancias son positivas o negativas, sólo son diferentes y a la vez, reales. El único “árbitro” que muchas veces determina si algo es “bueno” o “malo” soy YO. Lo que pienso que es negativo para mí, desde el punto de otra persona es positivo. Así que, más importante que analizar y decidir qué es beneficioso o qué es perjudicial, lo verdaderamente esencial es ver qué es inevitable y qué es controlable. Entender qué algunas cosas requieren acción y otras aceptación. Que algunas requieren movimiento y otras requieren quietud; unas requieren palabras y otras requieren silencio… Y si quiero construir, necesito tanto la cal como la arena..