fbpx

Hace más de 8 años escribí un artículo en mi primer blog, de esos que puedes hacer gratis sin muchas complicaciones en WordPress.com. El artículo se titulaba “El Conserje” y hablaba sobre una historia real en mi vida. El personaje principal de la historia se llamaba Tito; le puse ese nombre para no revelar su identidad. Pero mucha gente cercana a mi sabía quien era Tito: un joven que conocí hace muchos años en mi trabajo. En ese entonces Tito era el empleado de mantenimiento, el conserje asignado a mi oficina. Pero ese es sólo el principio de la historia; una historia que he contado muchas veces

Escribí ese artículo en el 2012 con la intención de contar la historia de Tito y de esa manera expresarle mi admiración y respeto. Creo que antes de eso no se lo había expresado claramente.

En este episodio tengo la oportunidad de conversar con Tito después de varios años. Su nombre real es Héctor Flores Labrador. Héctor nació en San Juan, Puerto Rico. Tenía la aspiración de ser médico y decidió estudiar biología al entrar en la universidad. Pero Héctor, como es común en esa etapa de su vida, no tenía claro que realmente quería hacer, que quería llegar a ser. Quiso ser piloto… luego quiso ser Controlador de Tráfico Aéreo… y finalmente dejó de estudiar… Buscando escapar de la presión de las expectativas de su familia y personas cercanas, decidió mudarse a Florida, Estados Unidos. Ahí comenzó a trabajar para uno de los patronos más grandes de ese estado: Disney World.

Allí entendió que, sin estudios universitarios, no podría progresar y alcanzar el estilo de vida al cual se había acostumbrado en su hogar. Sí que decidió regresar a Puerto Rico y comenzó a trabajar como conserje. Y aquí comienza la historia de este joven que recién se estrena como director de una división, en una compañía de alcance mundial. Esta es la historia de un joven común y corriente, con dudas e indecisión, que pudo descubrir una ruta y emprender un camino de éxito y crecimiento… un camino que sigue en construcción.

Puedes encontrar abajo el texto de la publicación original “El Conserje” publicado en agosto 2012

Recursos mencionados

El conserje

Hace unos años conocí un empleado de mantenimiento en mi trabajo. Era un muchacho normal: alegre, sociable, buena gente.

Antes de continuar, quiero añadir que mi papá era conserje. Por muchos años trabajó en San Juan y viajaba en transporte público los fines de semana a mi pueblo natal. Lo veía solamente dos días en la semana. El resto del tiempo se hospedaba en San Juan. Mi profesión se la debo a todos esos años de esfuerzo y sacrificio, trabajando lejos de su familia. Y eso me ha ayudado a apreciar el trabajo de cada persona, sin tomar en cuenta su salario o su posición.

Bueno, sigamos con el empleado de mantenimiento. Vamos a llamarlo Tito, por ponerle un nombre. En ese entonces, parte de mi trabajo incluía reparar computadoras, hacer upgrades, incluso montar un CPU de diferentes piezas hasta dejarlo funcionando. Tito siempre daba la vuelta por mi escritorio con curiosidad y de vez en cuando hacía alguna pregunta. En una ocasión me preguntó si yo podía enseñarle a montar y reparar computadoras. Él estaba dispuesto a quedarse fuera de horas laborables y yo accedí. Cada tarde venía y yo le explicaba algo de teoría, del funcionamiento de cada pieza, cómo instalarla, etc. Tito realmente disfrutaba esos momentos en que yo le enseñaba algo y él me ayudaba con mi trabajo. Y aprendía rápido y bien.

Más adelante Tito consiguió otro puesto en otra área de nuestra empresa. Hasta ahí llegó nuestro intercambio tecnológico durante las tardes. Pero podría decir que ya la semilla estaba sembrada. Tito regresó a estudiar y terminó un bachillerato en sistemas de información. Al tiempo, regresó a trabajar conmigo como mi supervisado. Resumiendo la historia, las vueltas del destino hicieron que más adelante trabajáramos como colegas, al mismo nivel. Luego fue reclutado por una agencia del gobierno federal y se fue de nuestra Isla. Su trabajo lo ha llevado por varios lugares en Estados Unidos y el resto del mundo.

Aunque Tito y yo tuvimos una buena amistad y conversábamos mucho, creo que nunca pude decirle muchas cosas. Nunca pude expresarle suficientemente la admiración y respeto que siento por él. No sé si sabrá del orgullo y satisfacción que dejó en mí. Y que estoy seguro que fue mucho más lo que aprendí de él, que lo que él aprendió de mí.

Con el paso de los años he podido definir lo que quiero hacer con mi vida. Hay muchos roles que he desempeñado, varios de éstos enseñando. He descubierto que no quiero ser un experto en nada. No voy ni quiero ser el mejor facilitador de clases de yoga. No quiero ser una eminencia en espeleología, ni en rescate ni aventuras en la naturaleza. No quiero ser un consultor experto en tecnología e informática. Quiero saber lo suficiente para compartir con aquellos que lo necesiten. Quiero ser el que abre las puertas y muestre el camino a seguir. Sé que mi conocimiento y experiencia son más que suficiente para los Titos que crucen mi camino con el deseo de aprender. Con gusto compartiré todo lo que pueda ser de provecho a los demás. Ya no tengo en mi mente el deseo de competir y ser perfecto. Quiero seguir aprendiendo y siempre habrá algún maestro de quien aprender. Y siempre habrá alguien que se beneficiará de lo que he aprendido hasta ahora.

Share This