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(publicado originalmente el 16 de mayo de 2012 en cristobalcolonpr.wordpress.com)

Para mediados de los años 80 mi querida prima Dolly me prestó un libro llamado Love is letting go of fear, escrito por el Dr. Gerald G. Jampolsky. En aquel entonces era un estudiante universitario que creía ser maduro y saber muchas cosas. Este fue el primer libro que leí y que realmente inició en mí un proceso que aún no ha acabado.

De manera sencilla, el Dr. Jampolsky explica que todas nuestras emociones se resumen en solamente dos cosas: amor o miedo. Enojo, odio, tristeza, ansiedad… todas éstas no son otra cosa que miedo. Son simplemente manifestaciones de nuestros temores: miedo al abandono, a ser heridos, a ser engañados, a que descubran nuestras vulnerabilidades y las usen para hacernos daño. Al otro extremo, todo lo demás es amor. Si buscamos despejarnos de nuestros miedos, si dejamos que se manifieste el amor nuestra vida será más plena, más feliz.

En aquel momento me encantó esa idea y pensé que la entendía. Pero realmente no fue así; cerca de 30 años después sigo entendiendo cada vez más este concepto. Cada día lo internalizo más. Como aquella frase de El Principito: “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. Sólo con el corazón realmente entendemos.

Recientemente terminé un libro interesante. Uno de esos que compras porque te gusta el tema y piensas que lo vas a leer. Pero en verdad lo colocas en la siempre-creciente pila de libros que algún día leerás. Nada, finalmente lo leí. Su título: I know what you’re thinking: Using the Four Codes of reading people to improve your life. Su autora: Lillian Glass. Habla sobre cómo “leer” las personas según su lenguaje no-verbal y su voz. Además, presenta unas clasificaciones o categorías de personalidades y cómo las reconoces siguiendo sus recomendaciones. (Sí, lo admito. Querer ser como Patrick Jane en The Mentalist me motivó a finalmente leer este libro.) Pero lo importante que quiero señalar es que para cada categoría negativa de personalidad, en su raíz se encuentra la inseguridad y el temor.

Nuevamente regreso a aquel primer libro; el miedo es la base de todas las emociones negativas que afectan nuestra vida. Y el antídoto es el amor. Como se dice en matemáticas, el amor y el miedo son mutuamente excluyentes. Ambos no pueden ocurrir a la misma vez, no pueden ocupar un mismo espacio al mismo tiempo. Donde hay amor, si llega el miedo, éste empieza a desplazar al primero. Y por otro lado, para que el amor ocupe nuestros corazones, tenemos que crear el espacio sacando afuera todos los temores. (Podría decir que todas esas aventuras en mi vida -cuevas, ríos, el mar, etc.- donde buscaba conquistar temores no eran otra cosa que prepararme para el amor.)

No permitamos que el miedo reclame en nuestros corazones el espacio que por ley divina le corresponde al amor.

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